El rabioso columnista

“Alberto Aguirre es, geográficamente, un oasis adonde hemos arrimado una generación de escritores antioqueños a escamparnos del desierto, a preguntar por un camino. Nadie volvió a partir de ese oasis con sed, porque el corazón de este hombre, su amistad, su talento, hacen un poco de faro en la soledad espiritual de Medellín.” Gonzalo Arango. Vida.Voz. Antología.

División de clases

El fenómeno de la división de la sociedad en clases no es invención diabólica de Marx (para perturbar el idilio burgués), sino un hecho concreto. Que ya muchos habían observado, empezando por Maquiavelo. Y cuando el doctor Belisario Betancur habla de “las dos Colombias”, una opulenta, la otra miserable, alude a ese hecho. Lo curioso es observarlo en la práctica. Y anotar cómo una de las clases, la burguesía, tiene la costumbre de arrogarse la representación del país, hasta el punto de que identifica sus intereses con los de la nación. Los demás, la otra Colombia que diría el doctor Betancur, son desperdicio: materia inerte y desechable.

Dice el ministro Pinzón, sobre la huelga de los portuarios: “Se ha iniciado un paro que repudia la Nación”. (El tiempo, 13 julio). El Espectador escribe (16 de mayo) que “los obreros pretenden colocar al Gobierno y al País contra la pared”. Colfecar (empresarios de transporte) afirma (El Mundo, 14 de julio): “El país está con el gobierno y no con los sindicatos portuarios”. Fedemetal sostiene (El Tiempo, 12 de julio) que frente a los portuarios “deben defenderse los superiores intereses del país”. Un funcionario del ministerio (Cruz) proclama (El Tiempo, 3 de julio) que la huelga “es un abierto desafío al país”.

Obsérvese cómo en estas declaraciones el País se postula como algo distinto y superior a los trabajadores: éstos, en huelga, no sólo están contra el País sino fuera del País. Ellos, los obreros, NO SON el País. Entonces ¿quiénes son el País? Respuesta obvia: las fuerzas vivas.

El ministro, sus corifeos, los editorialistas, los gerentes, los almirantes identifican el País con las fuerzas vivas, y como éstas apoyan a la Empresa y al gobierno, se convencen de que el país entero rechaza la huelga. Es el fenómeno conocido como reduccionismo: tomar la parte (burguesía) por el todo (país). Colfecar declara: “El país está con el gobierno y no con los sindicatos portuarios”. Es cierto, porque los empresarios dieron (El Colombiano, 9 de julio) su apoyo al gobierno en este trance: Andi, FENALCO, Asocaña, Asociación de Exportadores, Cutma, Conferencias Marítimas, Agentes Navieros, Colfecar y SAC. Dentro de aquella perspectiva estrecha, el ministro Pinzón puede declarar, sin rubores, que “el paro es repudiado por la Nación”.

Con lo cual se deja por fuera del país a los portuarios mismos, y a quienes los apoyan (manifiesto del 14 de julio, El Tiempo): CTC, CSTC, CUSI, Unión Sindical de Santander, Federación de Trabajadores de Bogotá y Cundinamarca, Federación de Trabajadores Públicos y Oficiales, FECODE. Millones de trabajadores colombianos (trabajadores de este país) apoyan a los portuarios en huelga. Cualquiera de esas federaciones sindicales reúne más colombianos que todas las fuerzas vivas, y entre todas las centuplican. Pero se mantiene la falacia de que las fuerzas vivas SON el país, y dentro de esa ilusión, ministros y gerentes hacen aquellas afirmaciones.

El pueblo de Buenaventura, que es carne y alma del trabajador portuario, salió el lunes 18 de julio para decir su apoyo a la huelga, y en el camino, dice El Espectador (20 de julio, 1 A) “los manifestantes se dirigieron a la sede del Belisarismo, arrancaron una foto del Presidente y la quemaron simbólicamente”.

No se engañe más la burguesía. Un país es cosa vasta y contradictoria. Aquel simplismo, que identifica país con burguesía, no sólo perpetúa la injusticia, sino que conduce a la violencia.

27 de julio de 1983

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