El rabioso columnista

“Alberto Aguirre es, geográficamente, un oasis adonde hemos arrimado una generación de escritores antioqueños a escamparnos del desierto, a preguntar por un camino. Nadie volvió a partir de ese oasis con sed, porque el corazón de este hombre, su amistad, su talento, hacen un poco de faro en la soledad espiritual de Medellín.” Gonzalo Arango. Vida.Voz. Antología.

El rabioso columnista

Alberto Aguirre (Girardota, 1926), comenzó su carrera como columnista luego de muchos años de dedicarse al derecho. No eran materias disímiles. El periodismo fue para él una proyección de su ejercicio de abogado. En esta última profesión hizo también una carrera brillante: a los 25 años ya era magistrado, además de que había inaugurado una cátedra de derecho laboral en la Universidad de Medellín que sostuvo hasta entrados los años ochenta.

Es este un gran hombre insoslayable en la historia de la cultura medellinense. Ya en los cuarenta se movía con las grandes ligas, fue íntimo amigo y contertulio de Manuel Mejía Vallejo, de Carlos Castro Saavedra y Oscar Hernández, cuando estos apenas iniciaban sus carreras literarias. Con arranca también su carrera de discutidor incontrovertible. Fundó en los años cincuenta con Jaime Alberto Vélez y Orlando Mora el Cineclub de Medellín y antes de terminar la década se hizo a una librería que le permitiría dejar de ejercer la abogacía, sin dejarla del todo.

La librería Aguirre fue la primera librería importante de Medellín y una obligada encrucijada para la intelectualidad local. Fue la primera en importar a la ciudad literatura marxista (El capital, por ejemplo), y mucha literatura moderna que en la ciudad no se leía todavía: a los escritores internacionales y existencialistas como Sastre, Camus, a la par que importaba material en otras lenguas.

Allí fundaría su editorial Aguirre Editor que iniciaría con la publicación de las Obras Completas de León de Greiff (nada rentables), para publicar luego al importante y desconocido Arturo Echeverri Mejía (Marea de ratas), a García Márquez (El coronel no tiene quien le escriba), a Fernando Gonzáles (El libro de los viajes y de las presencias), entre otros autores.

Gonzalo Arango, que mantuvo en Medellín una estrecha relación con Alberto Aguirre, antes del Nadaísmo, dejó de esa relación un bello testimonio: las cartas desesperadas que le envió desde su exilio en Cali, publicadas bajo el títuloCartas a Aguirre. Cuando en Gonzalo escribe el reportaje sobre Aguirre para Cromos, en 1966, ya estaban distanciados, el cuestionario se le envió Gonzalo por correo. No obstante Gonzalo Arango hace esta bella descripción de Aguirre:

“Alberto Aguirre es, geográficamente, un oasis adonde hemos arrimado una generación de escritores antioqueños a escamparnos del desierto, a preguntar por un camino. Nadie volvió a partir de ese oasis con sed, porque el corazón de este hombre, su amistad, su talento, hacen un poco de faro en la soledad espiritual de Medellín.”

Con la fundación del periódico El mundo en el año 79, Aguirre inició su columna de opinión, Cuadro, que sostendría hasta el año pasado (2009), en Cromos. De los primeros cinco años de columnismo decantó una valiosa antología, del mismo nombre de la columna, Cuadro (1984).

Tras la muerte de Héctor Abad Gómez, Aguirre tuvo que exiliarse. Regresó tres años después y continuó con su columna Cuadro ahora en El colombiano, donde se sostuvo hasta el 2003. Paralelamente había comenzado a escribir en Cromos, desde 1999 hasta 2009.

Así lo presentaron en Cromos: “Levantará ampollas sin duda, pero siempre desde el mejor de los flancos: el de su virulenta y sublevada inteligencia (…), llega a poner en movimiento nuestras apoltronadas neuronas".


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